TEATRO: El señor Ibrahim y las flores del Corán

Mar, 04/04/2017

                                                   CRÍTICA

                                   El señor Ibrahim y las flores del Corán

                                                   [Andreea Olteanu -1ºde Bachillerato]

El señor Ibrahim y las flores del Corán es una obra literaria escrita por Eric-Emmanuel Schmitt y publicada en 2001. Como se puede apreciar en su escenificación, el personaje principal es un adolescente de dieciséis años (trece en el libro) que vive solo con su padre, un hombre distante, frío, que trabaja como abogado. Moise "vive" una vida triste en la que siempre se le culpa por todo y que, además, le impide ser feliz. Esto lo observamos perfectamente en su forma de hablar y en su tono de voz, ya que siempre se refería a su casa como "negro piso" y se comportaba siempre como esclavo de su padre. Él, adolescente, encuentra el placer y la felicidad estando con prostitutas hasta que un día conoce al señor Ibrahim, un tendero sufí que acabaría por convertirse en su segundo padre. Ambos, con el paso del tiempo, se convierten en muy buenos amigos a pesar de practicar religiones distintas y de tener diferentes edades y pensamientos. Pero es precisamente esto lo que les permite a ambos crear un lazo de amistad cercano y familiar, ya que ambos aprenden del otro. Además, hemos de añadir que ambos emprenden un viaje que cambia sus vidas. En él aprenden diferentes valores gracias a las diferentes religiones, a los lugares por donde pasan (escena en la que se habla del significado de las papeleras ligado al nivel de riqueza de los habitantes que viven en ellos) y a distintos comportamientos, ideas y situaciones de las que siempre extraen la parte más positiva. Así, finalmente, Momó (nombre o mote que adopta Moise) reconoce que el señor Ibrahim "no le dio la vida, pero sí le enseñó a vivir". Después, tras su muerte, Momó aprende el oficio de vivir, aprende a valorarse y aprende que si no se aferra a nada, lo tiene todo; es decir, es libre.

En cuanto a la representación, la historia no solo ha sido muy bien interpretada, sino también muy bien ambientada para lograr así un efecto asombroso por medio de la decoración. Además, a esto hay que sumarle el juego de luces que ha acompañado a la historia siendo en la mayor parte de los casos de vital importancia como, por ejemplo, en la escena en la cual aprendían a bailar y a mantener su equilibrio para buscar su paz interior; o en el momento en que el señor Ibrahim muere, en el que se refleja perfectamente la liberación del alma, aspecto puramente religioso.

Por otro lado, vemos que el trayecto (estructura) que sigue la obra refleja perfectamente un cambio lento, pero muy notorio, en la vida de ambos personajes. Esto también tiene relación con el tema de la obra: la importancia de la fe (creencia) y la armonía para el logro de la felicidad, ya que el camino para lograrla es largo y requiere de paciencia y fe en aquello que no podemos ver ni tocar. Además, esto también se relaciona con los efectos musicales, ya que todos ellos son piezas lentas de piano que reflejan la sencillez y conectan con la armonía y la paz.

Para concluir, me atrevería a decir que la unión de los efectos sonoros, la decoración sencilla, los tonos de voz adecuados y el contenido de la obra conforman una verdadera obra de arte que puede llegar a cambiar el mundo, objetivo que la mayoría de los escritores pretenden, pero pocos llegan a alcanzar. 

 

RECENSIÓN DE LA ACTIVIDAD

Día 31 de marzo. Prácticamente todo el alumnado, a excepción de 2º de Bachillerato, disfrutó, en la Casa de la Cultura de la representación teatral EL SEÑOR IBRAHIM Y LAS FLORES DEL CORÁN, basada en la novela corta del mismo título de Eric-Emmanuel Schmitt, y puesta en escena en esta ocasión por el grupo de teatro El Barracón, dirigido por César Gil.

Tras la representación, actores y director propiciaron un animado coloquio con el alumnado, que participó activamente en el mismo demostrando haber seguido la obra con atención.

Con esta actividad, colaboró económicamente la AMPA del instituto y, cediendo la Casa de la Cultura, el Ayuntamiento de Jadraque. Quede aquí constancia de nuestro agradecimiento.